De conjeturas y divinidad

Desperté esta mañana y miré mi celular como de costumbre, leí la asombrosa noticia del inesperado retiro del actual Papa, Joseph Aloisius Ratzinger. No es que me mortifique el acontecer diario de la comunidad católica, sin embargo dicho anuncio llamó mi atención.

Poco rato después sonó el teléfono y tras unos breves segundos me dijeron “Jesús quiere hablar contigo”. ¿Estos testigos de Jehová ahora hacen marketing por teléfono?, pensé, pero en realidad se trataba de un tío político mío que insistía en hablar conmigo.

-¿Haz escuchado acerca de los problemas del milenio?

-Vagamente. Contesté sin pena.

Sentí vergüenza de mí mismo al dar tal respuesta, era un tema del que alguna vez mis profesores hablaron en el primer año de la universidad, y aunque me entusiasmaba no presté demasiada atención en el asunto como para investigar más a fondo.

-…La conjetura de Poincaré, que habla de esferas tridimensionales y que supuestamente prueba la existencia de Dios, ¿podrías investigar al respecto?

-Lo haré. Contesté mientras en mi mente agregaba un “quizás”.

Es muy raro despertar y recibir 2 ideas tan dispersas como las matemáticas y la religión, sin embargo no fue difícil intuir que la dimisión de S.S. era lo que había despertado ese repentino interés en conjeturas y teoremas tan complejos.

Mientras sorbía mi café matutino hice una búsqueda rápida esperando encontrar una remota pista acerca de aquela mítica demostración de la existencia de Dios. No la hallé.

Leía acerca de los problemas del milenio y vino a mi mente una tarde en la que a media clase de geometría analítica el profesor nos habló del tema. Al mismo tiempo recordé que mi profesora de álgebra superior comentó sobre un afamado matemático que aseguraba haber demostrado en el lenguaje universal la inexistencia divina. “Era de esperarse”, pensé.

Siempre habrá quien afirme haber demostrado algo así como habrá quien lo refute, y al menos en temas teológicos creo que nadie nunca podrá decir algo definitivo.

Grigori Perelmán creyó haber encontrado, en la solución a la conjetura de Poincaré, la prueba de que todo en lo que ha creído durante su vida es cierto.

Tal vez en algunos años alguien logre mediante otra demostración racional reafirmar lo que Perelmán nos intenta decir, o tal vez alguien consiga brillantemente y con vehemencia desmentirlo, pero de lo que no queda duda es que, al menos en el universo de aquel matemático ruso, todo tiene un orden y un sentido, una razón de ser.

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